
... y de fondo: 'Despertarme contigo', de Rebeca Jiménez (http://www.goear.com/listen.php?v=e733ae4).
Podría haber sucedido de repente. Mientras tomaba una taza de café con hielo en la Alameda, leyendo el destino de los héroes griegos en las tragedias de la literatura clásica. Observando la marea desde la isla de las Palomas, donde se conocen dos corrientes infinitas. Sentado en la arena de Los Lances, oponiendo resistencia al azote del viento y divisando el vuelo sostenido de las cometas que siluetan figuras cuando el sol se sumerge en el atlántico y deja a oscuras este rincón ventoso. Cuando, fatigado por las horas y las ausencias, saboreo una cerveza fría junto al arco, viendo desfilar a los turistas.
Te diría que ocurrió en cualquiera de esos momentos, pero no te estaría diciendo la verdad. Recuerdo que cuando te vi por primera vez hacía tanto frío que había láminas de escarcha en las palabras y que la niebla ocultaba las fachadas de los edificios. Giré la cabeza hacia un lado y sólo regalabas un perfil del rostro. En lugar de aprender las lecciones que me he perdido no dejé de virar el rumbo de mis ojos hacia estribor, izando el ancla que había olvidado en las profundidades para ir a hablar contigo y saber si podría recordar(te). Y fue entonces cuando sucedió, mucho antes de preguntarte por la ubicación del Búho Real y de perdernos entre las calles siamesas de Huertas. Antes de caminar por la Calle Mayor y detenernos junto a los andamios de la plaza. Te conozco, aunque no quieras creerlo, desde mucho antes de haberte visto, aunque no puedo explicarte cuándo, ni cómo, ni quiénes éramos nosotros.
Te diría que ocurrió en cualquiera de esos momentos, pero no te estaría diciendo la verdad. Recuerdo que cuando te vi por primera vez hacía tanto frío que había láminas de escarcha en las palabras y que la niebla ocultaba las fachadas de los edificios. Giré la cabeza hacia un lado y sólo regalabas un perfil del rostro. En lugar de aprender las lecciones que me he perdido no dejé de virar el rumbo de mis ojos hacia estribor, izando el ancla que había olvidado en las profundidades para ir a hablar contigo y saber si podría recordar(te). Y fue entonces cuando sucedió, mucho antes de preguntarte por la ubicación del Búho Real y de perdernos entre las calles siamesas de Huertas. Antes de caminar por la Calle Mayor y detenernos junto a los andamios de la plaza. Te conozco, aunque no quieras creerlo, desde mucho antes de haberte visto, aunque no puedo explicarte cuándo, ni cómo, ni quiénes éramos nosotros.
Sé lo que piensas cuando las dudas hacen bailar el mundo que conoces y no recuerdas los pasos. Conozco al guardián de las nieblas de invierno que, apostado tras las verjas, intenta evitar que te alejes de lo que conoces. He estado allí muchas noches.
Hay lugares que quiero enseñarte, fuegos que quiero compartir contigo. Déjame llegar. Deja que afloje los nudos que oprimen tus muñecas. Recupera el vuelo, el aliento.
Te regalo el Viento, si te hace falta para despegar.