sábado, mayo 29, 2010

La calidez del hielo










... y de fondo: "Heart Of A Volunteer", de Hans Zimmer.

Contemplo la playa de San Lorenzo, desde la cima de los vientos, avistando el otro extremo de la cala, como contemplo desde mi memoria el otro extremo del recuerdo. Los primeros años, ya lejanos, en los que construí un imaginario infantil aún no derrumbado. Y como en la escena, ya no alcanzo a distinguir a las personas que hay allí, ni están las que se han marchado.

Miro después en derredor, hacia el paseo marítimo, que alarga el paso bordeando la marea, bajo nubes de una tormenta intermitente. Y realmente, hubo demasiados años así, y se hizo muy largo el camino. Siempre amenazado por los truenos, siempre escondido de la descarga final. Siempre asustado. Cada tarde, al subir la marea, el mar embiste el muro de piedra, desgastando las rocas y erosionando las fisuras. Igual hizo la culpa, golpeando la estima cada noche, azotando las ruinas de un mundo antiguo.

Ahora, desde el otro extremo, percibo el silbido del viento en mis oídos, en mis manos la brizna de hierba mojada, y siento en mis huesos la humedad de un cuerpo cansado. Me arrodillo, no por la fatiga, pues no son tantos los años, sino para recordar que hace muchos años no llovía tan fuerte y que, pese a la crueldad de la borrasca, todo sigue su camino.

En el centro de la imagen, el mar se presenta sereno, aguardando nuevos oleajes, como un cementerio insoslayable de recuerdos sepultados.

Detrás de todo, descifrando mi viejo código de miedos, descubriendo la calidez del hielo, estas tú. Quizás por eso me resultaste cercana la primera vez. Te vi hace muchos años, desde el otro lado, pero aún no alcanzaba a distinguirte.