
... y de fondo: 'The Greatest', de Cat Power(http://www.goear.com/listen/c5b5a11/The-greatest-Cat-Power)
Escribo como aquellas tardes que ya no alcanzo a descifrar, sentado en una mesa camilla y con la espalda resentida por una severa silla de madera. La luz del flexo atrae a los primeros mosquitos del verano, que vienen a recordarme que ha pasado otro año y que no he cambiado de lugar, ni de rostro, ni mis motivos para querer marcharme. Si miro a mi derecha veo los periódicos viejos amontonados que forman la estampa que siempre querías romper. Supongo que también siguen así en mi escritorio, inmóviles. Y la vieja máquina de escribir en el estante bajo, tan precaria y nostálgica. Si fuerzo esta memoria peligrosa que pliega mis años a su antojo, aún escucho el sonido de las teclas en mi habitación, cuando se la robaba a papá de su despacho y gastaba las cintas de tinta roja.
Llevo aquí más tiempo del que me hubiera gustado estar, pero aún quiero irme más lejos. Quiero estar en tantos sitios y tanto tiempo que no sé cómo empezar, ni por cuál, ni por cuántos años. Algunas noches me invade un vacío en el estómago que ennegrece los días posteriores, y entonces vuelvo a pensar si mis pies han dado los pasos que dejaron el instinto a un lado, y al otro se dieron con las comodidades. He perdido la cuenta de los folios arrugados que habré tirado a la nada, intentando describiros con palabras cómo son los ostugos oscuros que habito tantas noches. Detrás de las pinturas blancas de los muros, a veces no hay más que sombras y fantasmas que no quieren marcharse. Y me dicen todo aquello que no me atrevo a confesarme. Me hablan del viento y de las mareas, de los golpes de levante y de la decadencia luminosa del poniente.
En verdad hay en esta tierra lugares muy bellos, pero no es de esta manera como pueden vivirse bien. ¿Recordáis los cielos en llamas? Algunos días vuelvo a contemplarlos, tras pasar el arco. Sólo que esta vez, al pasar por los cristales, he dejado de verme con ojos de perdido. Y los estambres afilados de mis manos no son esta vez tan frágiles. Así que podéis estar tranquilos, porque aunque no sea capaz de renunciar a la tristeza, cada vez nos vemos menos. Espero que no tires mis viejas camisas, que papá mantenga vivo el viñedo del norte, y que la niña siga creciendo como menos lo notan los demás, y como más lo hago yo y más orgulloso me hace sentir.
Desde dentro.