lunes, diciembre 25, 2006

El paso del tiempo

















... y de fondo: 'What I Am To You', de Norah Jones. (http://www.goear.com/listen.php?v=33b4301)

Los cuerpos son tan frágiles que aprovechan cualquier oportunidad para ordenar a sus cerebros que les otorguen un descanso. Para conseguir su propósito conocen fórmulas infinitas, una de las cuales es la lesión. Un pequeño esguince aquí, un catarro allá... y consiguen sus vacaciones, los muy astutos... Mi cuerpo debía de estar agotado porque mi tobillo dijo 'basta' hace dos meses y aún se muestra tan perezoso como los niños que no quieren despertar.

Los días sin obligaciones laborales pueden ser largos y aburridos o tremendamente entretenidos. Estas semanas he fortalecido mis alianzas con los discos y los libros que esperan, en mi estantería, su oportunidad para brillar. La desesperación de los primeros días dio paso después al consuelo de tener el tiempo necesario para reflexionar que normalmente no tengo. Y he pensado en muchas cosas. Curiosamente, cuando menos puedo hacer son más las cuestiones que quisiera solucionar. Pero no puedo más que tumbarme en el tiempo a esperar mejor ocasión. ¿O estoy mejor ahora?

Lo cierto es que no añoro el sonido del despertador, ni la indeseable compañía de alguna persona con la que comparto oficina, ni las corbatas, ni los zapatos, ni el atasco de las siete y media en la circunvalación. Tampoco extraño a aquel camarero mal encarado de la cafetería del polígono industrial, ni a las industrias ni a sus gerentes. Ni siquiera echo en falta las horas al volante en las que me acompañan Ryan Adams, Josh Rouse y Quique González, amigos que me siguen acompañando en la convalecencia, desde el equipo de mi habitación, lejos del acelerado ritmo que impone la callle. Por ella circulan personas disfrazadas de lunes a viernes en horario comercial, parejas de baile de la necesidad y los escrúpulos.

Sin embargo, aunque disfruto de la tranquilidad que me ha regalado este paréntesis, echo de menos pasear al final del día por la ribera del río, lejos del tráfico y del ruido, y saborear el café con leche muy cremoso de la cafetería de la esquina. Rastrear las estanterías de las librerías en busca de un nuevo descubrimiento, o en las tiendas de discos que siguen perteneciendo a aficionados a la música, como el viejo amante del jazz de la calle Águilas o el rockero de Duquesa, que cada mes tiene reservado bajo el mostrador mi ejemplar de Mondo Sonoro. Tengo ganas de reunirme con mis amigos en el Café Botánico y en la taberna escocesa de nuestro amigo melenudo los viernes por la noche. Así dejarían de 'protestar' por tener que venir a mi casa; los domingos no son iguales sin una sesión de cine, ni los jueves sin los conciertos en el rincón privilegiado del Pícaro.

Te echo de menos a ti.

El paso del tiempo es lento pero progresivo y cada día que pasa hace alejarse cien a los fantasmas y acercarme un poco más a lo que quiero intentar ser. Sin ellos, por fin, me he quedado a solas conmigo y los colores bañan de calor las imágenes más frías de cada noche.

Deja el trabajo, deja aquella caótica ciudad y ven conmigo... ¿cuándo vuelves? Te esperan una mente descansada, una canción de Norah Jones y un corazón de alta en el acantilado.

1 comentario:

  1. Anónimo9:45 a. m.

    Ay, siempre consigues dejarme con la boca abierta. La verdad es que nunca he estado convaleciente en casa más de dos días, así que, por más que intento imaginarme cómo puedes estar, me cuesta un poco. Pienso que acabaría aburriéndome, por eso me encanta que le saques jugo a todo lo que tienes por ahí cerca y te hace el día un poco más ameno. Quique González puede ayudar, sí.

    Me encantaría poder llevarte un par de libros... Lo tengo un poco difícil pero nada es imposible, ¿no?

    Un beso y cuídate.

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