sábado, septiembre 08, 2007

Los destellos nebulosos

















... y de fondo: 'Eden', de Hooverphonic. http://www.goear.com/listen.php?v=e7b7769

Ahora que ha pasado el tiempo y las ramas de los árboles han perdido todas su hojas, puedo darme cuenta de que el viento que agitó los bosques no tuvo fuerza suficiente para despejar las copas más recónditas. No llegó la luz a todos los lugares, sino que se mantuvieron refugiados entre los pétreos muros que fortifican las raíces más antiguas de la frondosa arboleda.

Ahora que las llamas que avivaste se han extinguido casi por completo, comienzo a respirar un oxígeno menos cargado de recuerdos, de imágenes tan recientes que secaban mi garganta al suspirar. Después de que el fuego se extendiera por todas las colinas, intenté buscar el origen de la primera fogarada, la que liberó los instintos más autodestructivos que habitan en mi alma quejumbrosa, y que a menudo me ofrece su lado más cruel y salvaje. Logré encontrar la razón de una tristeza tan profunda y desoladora. Nunca antes habían carbonizado mis ilusiones. Frecuentemente era yo mismo el que las prendía, o lo hacía el tiempo y mi desgana. Pero nunca antes había estado situado en el origen del incendio.

Aquella vez ocurrió así. Quise acercarme a las raíces para desenterrarlas y derrumbar así los árboles más altos, los que mantenían a la sombra a los más jóvenes, que aún no estaban manchados de desasosiegos. Cuando arranqué aquellas raigambres quise asegurarme de que no volvieran a entrelazarse en ningún otro refugio, y encendí una chispa luminosa que las hiciera desaparecer. Allí estaba, dispuesto a dibujar con tonos más claros un paisaje menos lóbrego, cuando se derrumbaron todos tus castillos intangibles y la molicie avivó un huracán que creía tener controlado. El azote de los destellos nebulosos llegó hasta mis manos y la chispa se transformó pronto en una quema inextinguible que arrasó los mejores días que vivimos juntos.

Algunas semanas más tarde, con las cicatrices aún calientes, contemplé absorto y triste los restos incinerados de aquellas fortalezas inventadas. Aún hoy puedo recordar el olor de la vida socarrada en aquel bosque sombrío, vacío de la luz que le regalaste durante unas pocas mañanas. Podía haberme llevado las cenizas, pero siempre hubieran rememorado mi fracaso. Prefiero acudir a aquellas ruinas cuando necesite darme cuenta de que puedo ser feliz, porque entonces, antes del fuego, había sido muy feliz contigo. Eso es lo que te agradezco. Lamento que no comprendieras lo que estaba construyendo para ti, que no quisieras arriesgarte demasiado.

Ahora que nada importa, he comprendido que no pude huir de aquel incendio porque no hice caso a las señales. No quise ver los destellos que conviritieron aquellas semanas en cielos nebulosos.

2 comentarios:

  1. aish, a veces cuesta abrir los ojos a tiempo... poco a poco, a medida que caemos igual iremos aprendiendo...
    pero ante el no quere arriesgar de los demás si que no podemos hacer nada.... :S

    qué precios, adrián! no tardes tanto en escribir, plis!
    besos!

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  2. Anónimo11:38 a. m.

    "comienzo a respirar un oxígeno menos cargado de recuerdos, de imágenes tan recientes que secaban mi garganta al suspirar..."...

    Todo el texto es increíble pero llevo días entrando a leerte y esa frase se ha quedado grabada en mi retina.

    A veces el calor humano puede llegar a ser el mejor o el peor de los incendios... ¿verdad?

    Un beso.

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