lunes, octubre 08, 2007

La noche americana

El artista madrileño Quique González conserva su discurso y sigue apostando por los retratos cotidianos, destacando el instante que a primera vista parece carecer de importancia. La gran diferencia entre este trabajo y los anteriores es que la mayoría de esas imágenes no corresponde al rostro del propio autor, sino a un ramillete de personajes. En este sentido, es un álbum menos autobiográfico. El contenido del disco está plagado de cuadriláteros de boxeo, casinos de juego y habitaciones de hotel y las guitarras eléctricas no eran tan poderosas en sus canciones desde su debut en 1998 (“Personal”).

La temática está estructurada, en cierto modo, sobre la base de dos pilares: las historias ajenas y las propias. A veces las segundas se camuflan entre las primeras, pero tan sólo a través de tímidas referencias. Cuando compone sobre otros, González se resta protagonismo y permite que los focos iluminen a sus personajes: boxeadores acabados que un día conocieron la gloria (“El campeón”, “Kid Chocolate”), un gángster que vive al límite (“Hotel Los Ángeles”), un pianista de hotel que canta los parámetros que rigen su vida (“Hotel Solitarios”, donde se vislumbra la personalidad del propio autor) o la familia fracturada por la huida de una madre que deja atrás a sus hijas (“Nunca escaparán”). Sin embargo, en sus canciones más personales logra captar una atención mayor. La identificación con ellas es más fácil, ya sea a través de descargas eléctricas (“Vidas cruzadas”, “73”), colaboraciones como la del ganador del Oscar, Jorge Drexler (“Me agarraste”) o versiones de canciones de otros compañeros de profesión, en este caso Atahualpa Yupanqui (“Alhajita”). Sin embargo, el fuerte de Quique es el terreno emotivo y melancólico, el sonido nostálgico y el aspecto de chico frágil y desvalido. Cuando se mueve en este ámbito es capaz de facturar excelentes canciones: aborda la fugacidad del tiempo y del equilibrio inestable que se establece en la vida de forma natural (“Días que se escapan”, imprescindible), crea una enternecedora dedicatoria a la pareja (“Los motivos”) y se erige como un tipo compasivo que confía en las segundas oportunidades (“Se equivocaban contigo”, donde colabora Pancho Varona poniendo su voz en los coros).

El nexo común entre ambos bloques es la estética del perdedor que tanto ha cultivado Quique en su carrera, aquella persona que se mantiene de pie a pesar de los golpes recibidos, encajados con dignidad y que se protege con un manto de valores con el que cubrirse en el que tienen cabida el honor, la honestidad o el reconocimiento de la dependencia de otra persona, de la necesidad de ser amado. En resumen, historias corrientes que se producen a diario contadas de una forma apegada al detalle, con un estilo que incide en la observación de instantes que en un primer momento parecen insignificantes y que encierran el espíritu de lo cotidiano, de lo dependiente, de lo que junto a otros pequeños instantes forman grandes emociones.

Una vez que ha quedado atrás la austeridad instrumental del artesanal “Kamikazes enamorados”, su anterior disco, Quique vuelve a rodearse de sus músicos habituales: Jacob Reguilón, Tony Jurado, alguna cara nueva como Joserra Senperena y la participación esencial de su inseparable Carlos Raya, que junto a José Nortes vuelve a hacerse cargo de la producción. La obra fue masterizada en Nashville por Richard Dodd, quien ha ayudado a conseguir que el disco tenga un sonido tan americano. El diseño y las fotografías, también instantes mundanos capturados, llevan la firma de Fernando Maquieira.

Aunque alguna letra hubiera necesitado un último retoque y el desarrollo del álbum se torna, a veces, irregular, el resultado global es muy favorable y puede que los mayores enemigos que tenga este disco sean, precisamente, sus antecesores. De todos modos, Quique González continúa viviendo su propia aventura: la búsqueda de la libertad artística y personal. Y va por buen camino.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:43 a. m.

    No me extraña que te llamasen para colaborar en "Mondo Sonoro" :-)

    Un beso grande, grande.

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  2. Anónimo9:43 a. m.

    No me extraña que te llamasen para colaborar en "Mondo Sonoro" :-)

    Un beso grande, grande.

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