lunes, octubre 22, 2007

Salitre 48


En 1998, publicación de 'Personal' y rescisión de contrato mediante, Quique González quedó en una situación delicada. Desde el mes de noviembre de aquel año hasta marzo de 2001, inició un viaje de dos rutas paralelas. La primera marcaba la senda a seguir en su vida personal. La segunda, sus canciones. Un largo recorrido por carreteras secundarias, como confesaba el propio autor, por pensiones olvidadas desde las que fotografía innúmeras imágenes. Una bandada de gaviotas, un ron con cola en el Wild Thing, un café en el puerto de Mahón, una colección de lunas llenas, un otoño de párpados caídos. En Salitre 48, Quique captó la esencia vital de paisajes y personas para compartirla con los compañeros de viaje que escuchan sus letras. Liberados de ataduras, obligaciones y problemas, el disco propone un viaje de 67 minutos con 16 paradas.

Las canciones de Salitre 48 desprenden una gran sinceridad y un alto concepto de la honestidad. Son sugerentes y conmovedoras. Hacen partícipes a los que las escuchan, situándolos como espectadores de una infinita sucesión de imágenes que pasean por delante de los iris. Con aquellas 16 canciones, Quique alcanzó su máximo grado de expresividad emocional, que después mantuvo entre pájaros y kamikazes. En la búsqueda constante de renovadas experiencias, Quique recorre el país de costa a costa sembrando, en cada cala y en cada hostal, composiciones que crecen huesudas, descarnadas y directas. Mantienen el semblante acústico de las maquetas que grabó junto a Carlos Raya. Una sencillez que no arrancó las raíces rockeras del madrileño. Al fin y al cabo, el rock es un estilo de vida. Salitre 48 rezuma una intimidad alejada de los guitarrazos de 'Personal'. Las letras, por su parte, forman parte del mejor poemario de Quique, que rara vez ha conseguido después acercarse a aquel nivel. En ellas quedó impresa su actitud ante las adversidades y la fidelidad que mantuvo respecto a su propio código de valores humanos.

De este modo, la ruta comienza en Conil de la Frontera al ritmo de una mandolina ('Salitre'), pero después recorre diferentes escenarios: una feria de casetas y coches de choque, bailarinas, camareras y dulces de manzana ('Día de feria'). El paisaje vacío de Mahón, la ventosa urbe solitaria, marca un espacio de almas deshabitadas ('La ciudad del viento'), entre las que arden estrellas al calor de un órgano ('Crece la hierba'). Después el viaje continúa hasta llegar a un arrecife desde el que contemplar una puesta de sol decadente, las olas del mar rompiendo contra las rocas, gaviotas cruzando el horizonte, vientos recorriendo la costa. Una balada cruda que evoca recuerdos perdidos y nostalgias borradas ('Rompeolas'). La oscuridad envuelve el álbum y se torna grisáceo cuando una mujer baila en un doloroso charco de fracasos. Escenas rodadas a cámara lenta donde cobran vida las gotas de agua que resbalan sobre los entornados párpados, la tristeza latente ('Bajo la lluvia').

A la luz de la lumbre de hogares perdidos ('Ayer quemé mi casa'), persiste el ambiente desolado y el pertinaz lamento de acústicas cuerdas ('De haberlo sabido'). El desasosiego duerme una noche en un hotel de carretera ('Jukebox'), donde se agitan los cuerpos. A la mañana siguiente, armónicas y violines reinician el camino por senderos apacibles, calzados todos con zapatillas para huir deprisa ('En el disparadero'). Casi al final de la travesía, el talento de un Urquijo descansa en los portales ('Tarde de perros'). En la penúltima parada del trayecto, Quique echa la vista atrás para estudiar el camino recorrido, el desgaste sufrido. En el horizonte se vislumbra de nuevo la playa donde esperan los viejos amigos. La brisa salada refresca el rostro afligido y humedece el alma fatigada ('Todo lo demás'). El último respiro, ahogado en el cansancio, solicita descansar en tierra firme, agotado de volar entre las nubes ('Permiso para aterrizar').

2 comentarios:

  1. Anónimo5:24 p. m.

    Con "Salitre 48" me enganché a Quique... Por aquel entonces sonaba en las radios "La ciudad del viento", poquito pero sonaba, y esa ciudad se me metió muyyyyy adentro.

    Cada vez que leo a alguien cómo describe ese disco me quedo un buen rato pensando en él, es inevitable, siempre será un disco muy especial para mi.

    El otro día, cuando Quique presentaba el disco en el FNAC de Barcelona (charlando con todos los fans y firmando discos), dijo que "Avería y redención #7" era, en esencia, muy parecido a "Salitre", por el número de canciones, por las canciones elegidas, por cómo se planteó... Y, aunque la producción de Salitre es mucho más flojita, se parecen muchísimo... Él decía que ambos eran discos de viaje, para soñar, para dejarse llevar... y estoy completamente de acuerdo.

    Bueno, ¡cómo me enrollo!

    Un placer leerte, como siempre.

    mil besos.

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  2. Estoy bien, muchas gracias por pasarte por el blog, y por los animos.Un beso.

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